Petición para erradicar el movimiento del amor propio
¡Menos autoestima, más consciencia social!
A pesar de que el movimiento del amor propio estuvo presente a mis alrededores durante la adolescencia, no fue sino hasta mis 22 años que tuve el llamado para voltear a verlo con la intención de entender y sentirlo en la piel. Después de estar frente a él, en la orilla del mar del tan aclamado amor propio, tentarlo con los dedos de los pies para descifrar por mis propios sentidos si el agua estaba fría o si estaba tibia, y encontrar la determinación para entrar hasta remojar mis muslos, permitiendo que poco a poco las olas cubran mis caderas; es que descubrí lo peligroso que puede ser el sumergirse por completo. Entendí que hay cosas mucho más valiosas que tener un alto autoconcepto.
Verás, lo que sucede cuando cubrimos absolutamente todo nuestro cuerpo ante este mar tan sobrevalorado, es que comienzan a ocurrir una serie de sucesos en nuestro organismo como el despertar de la autoconfianza. La cosa es que, aquellos que no saben dosificarla, terminan haciendo el mínimo esfuerzo usando ¼ de segundo al tocar con su dedo índice derecho la pantalla de su celular para reaccionar con el emoji de un fuego en la historia en Instagram de la mujer más guapa, exitosa e intelectual de sus seguidores, con la altísima expectativa de que ésta se sienta honrada y que, a consecuencia, le responda ante tan mediocre e infantil movimiento a este ingenuo, mugroso adefesio sin personalidad que sufre de una falsa noción de merecimiento que erróneamente le otorga el privilegio de invitarla a salir, SIN considerar la alternativa de ser rechazado porque su exceso de autoseguridad traiciona su realidad.
¿Cómo identificar un caso de exceso de amor propio? Es demasiado fácil. Están en todos lados, solo hay que prestar atención. Son aquellos individuos que te encuentras en la calle y la única manera de la que son capaces de intentar llamar tu atención es gritándote “elogios” o chiflándote como si te confundieran por una de sus mascotas mientras caminas serena una mañana nublada en calcetas y sandalias por la banqueta para regresar a tu casa después de una clase de pilates.
¿Crees que es un halago, Damián? ¿De verdad crees que esa carente manera de intentar hacerte notar, poco intelectual y cero creativa, tiene el potencial de mantener mi atención lo suficiente como para que me den ganas de premiar tu insípida personalidad y enseñarte las boobies?, ¿o cuál es el verdadero objetivo? ¿Será que es la única manera que has encontrado para lograr que la mirada de una mujer que no está a tu altura encuentre la tuya y la sostenga por más de un segundo? Puede ser. Aunque déjame aclarar que tu semejanza a Gollum y nula noción de la realidad son la cosa menos atractiva con la que he tenido que lidiar.
Solo sé que sigo sin comprender la finalidad de estas incoherentes y equivocadas acciones. Sigo confundida con lo que esperas obtener, aunque sí sé de dónde viene. Viene del autobautizo en un mar de amor propio al cual solo debiste sumergir el tren inferior en vez de dejarte flotar boca arriba para perderte entre una autoimagen pintada por Dalí. ¡Ubícate! Aprende a leer la temperatura de la habitación y colocarte en el lugar correcto.
No me tienes que creer a mí, las obras cinematográficas más populares de la primera década de los 2000s como High School Musical, lo comprueba en la escena del comedor escolar. O en Mean Girls, en donde las plásticas son admiradas e intimidadas por todos pero nunca confrontadas directamente por nadie. Y si nos guiamos por el dicho de que la ficción imita la realidad, tenemos nuestra respuesta…
¿Sabes algo que valoro más que mi amor propio? Mi consciencia social. Mi sentido común. Mi prudencia. Mi habilidad para discernir entre algo que soy capaz de lograr y algo que no está a mi alcance porque el conocimiento es poder.
Es mi sentido común el que nunca me podría en una situación de riesgo bajo la posibilidad de vivir una posición de humillación. Este balance entre amor propio y despertar de la consciencia es el que me advierte que, a pesar de ser bonita, domino perfecto que no cuento con la atracción física suficiente como para causar interés en Leonardo DiCaprio, por ejemplo (además de que ya tengo más de 25).
Es más, en el hipotético caso de estar en la misma fiesta que Leonardo DiCaprio, la única razón por la cual se acercaría a mí sería para ordenarme que limpie el vómito de la sala, obra de alguno de sus invitados con exceso de sustancias nocivas en la sangre, porque probablemente me confundiría con la encargada del aseo. Y todo eso estaría bien por mí porque yo sé que es un privilegio tan solo estar respirando la misma contaminación al mismo tiempo que él y con eso me conformo porque sé que no tengo la posibilidad de llegar a más en ese escenario y bajo esas circunstancias.
El comprender que hay ciertas cosas inalcanzables para mí me hace poderosa porque me protege. Es simplemente ser consciente de nuestra realidad, de nuestras posibilidades en este mundo regido por el estatus social, económico y las apariencias físicas e intelectuales.
Una cierta dosis de autodesprecio es completamente necesaria para nuestra supervivencia como especie, es lo que nos ha protegido tantos siglos. Es precisamente el repele ante uno mismo, la potente arma que nos salva de experimentar la vergüenza y autodestrucción social. Su función es detenernos de tomar malas decisiones que nos arrinconen a la humillación humana.
El peligro surge cuando la autopercepción se vuelve surrealista, distorsionando la representación de nuestro mundo y nos confunde con algo que no podríamos estar más lejos de ser. La objetividad salta por la ventana del edificio del sistema nervioso desde el hemisferio izquierdo y adiós realidad. “Suicidio en la última habitación de la consciencia”, diría en las noticias de TikTok.
Te lo advierto por tu bien, ¡no más amor propio!
Cierto grado de inseguridad es necesario para vivir en balance. Es lo que nos diferencia de las personas atractivas. Sabemos que no podemos hablarles si no tenemos la misma cantidad de belleza, el poder socioeconómico o el sentido del humor de un comediante que llena estadios, pues es bien sabido que aún sin un físico atractivo, una personalidad interesante puede llevarte lejos en la vida. ¡Es sentido común! Una verdad implícita que no está escrita pero que todos conocemos.
Desgraciadamente este movimiento no tiene género y las mujeres también estamos expuestas. ¿Lo peor? Lo peor es cuando se busca lucrar bajo el nombre del movimiento al promocionar productos y herramientas que supuestamente te llevan al camino del amor propio. Permíteme ser la primera persona en darte las noticias de última hora, Rebeca. El hecho de untarte en la cara semen de gusano proveniente de Timbuktú todas las noches antes de dormir no es amor propio. Desperdiciar agua al llenar una tina y remojar tu cuerpo en tu propia mugre los domingos no es amor propio. Pero no te preocupes, la buena noticia es que no necesitas más amor propio.
En fin, todo esto para concluir con lo siguiente. Tienes que tener un autoconcepto altísimo si te consideras lo suficientemente atractivo o interesante para pensar si quiera en coquetearme e invitarme a salir. ¿De verdad te consideras a mi altura? Tan solo piénsalo dos veces antes de contestar o tomar otra decisión. Considera sacar un poco tu cuerpo de este vasto mar de amor propio que te está haciendo más daño que bien. Este mar que te para en una posición de ineptitud ante mí y otras mujeres más.
La solución es tomar un poco de esta poderosa pócima de vez en cuando y no sentirnos con el derecho de lograr todo lo que soñamos ni obtener todo lo que deseamos simplemente por el hecho de ser uno mismo, ya que es exactamente este hecho el indicador más preciso para decidir dar o no el siguiente paso, despertando nuestra consciencia social.
¡No esperes más y únete al nuevo movimiento para dosificar el amor propio y erradiquemos juntos los molestos momentos ante incompetentes personalidades!